La conquista de Sevilla fue algo bastante meditado y estudiado por la tropas cristianas. Hay que tener en cuenta que Sevilla era una ciudad bordeada por un río y con una muralla que la hacía difícilmente asaltable. Además estaba rodeada de villas fuertemente defendidas que ya imposibilitaba un avance rápido de las tropas.
En el Al-Ándalus del siglo XIII las dos ciudades principales eran Córdoba y Sevilla. Fernando III había tomado Córdoba en 1236 y Jaén en 1246. En ambas ciudades procedió a la expulsión de los musulmanes, cosa que también se haría en Sevilla.
En la campaña de 1240-1241 Fernando ya había penetrado en la provincia de Sevilla, tomando Écija, Estepa, Setefilla, Osuna, La Puebla de Cazalla y Marchena, entre otras.
Fue mediante un Consejo con sus capitanes y los maestres de las órdenes militares cuando decidieron dirigir sus esfuerzos hacia la ciudad de Sevilla. Para tomarla tuvieron que ponerse de acuerdo con el rey de Aragón, Jaime I, y con el rey de Granada, Alhamar, reino que había acordado ser feudo de Castilla tras la toma de Jaén.
Fernando III pasó el invierno de 1246 en Jaén. Tomó Alcalá de Guadaíra el 21 de septiembre de 1246. Su hermano Alfonso de Molina y el maestre de Santiago realizaron una correría por el Aljarafe, al tiempo que el maestre de Calatrava y el rey de Granada hacían lo mismo por Jerez. Las correrías por el Aljarafe y Jerez debieron sucederse hasta bien entrado el otoño, ya que el Rey recibió la noticia de la muerte de su madre estando en Alcalá de Guadaíra.
Para la toma de Sevilla, Fernando organizó un poderoso ejército, incomparable con cualquier otro de la Edad Media, con un centenar de generales y varios centenares de famosos caudillos. hay que tener en cuenta que Sevilla tenia 300 hectáreas, 7 400 metros de murallas, doce puertas y tres postigos. Nunca se había asediado una ciudad semejante. Entre los miembros de este ejército destacan: Pelay Correa, maestre de la Orden de Santiago, Fernando Ordóñez, maestre de la Orden de Calatrava, Pedro Álvarez Avito, maestre de la Orden del Temple, Fernán Royz, maestre de la Orden de San Juan, el almirante Ramón de Bonifaz y, junto a ellos, gran cantidad de nobles de Castilla y León y los concejos de ambos reinos.
Hay que decir que el Rey Fernando no estuvo solo en esta gesta ya que la incursión morisca no había gustado a ninguna de las casas nobles europeas y menos al Vaticano. En 1246 el obispo Jiménez de Rada realizó gestiones en Roma, obteniendo una bula de cruzada del papa Inocencio IV del 15 de marzo de 1247, según la cual Fernando podía tomar dinero del diezmo para financiar los gastos de los que se desplazasen a la Reconquista de Sevilla por motivos cristianos. España tuvo apoyo económico y militar de franceses, alemanes e italianos.
Al ser Sevilla una ciudad con río navegable, Fernando hizo venir a Jaén a Ramón Bonifaz, para ayudarse de una flota en la toma de la ciudad. Bonifaz consiguió los barcos y la tripulación en el Cantábrico. Se reunieron trece naves, movidas a vela, y seis galeras, movidas a remo. Famosa es la leyenda del puente de barcas pero no nos adelantemos, más adelante hablaremos de este curioso episodio.
En la primavera de 1247 Fernando mandó destruir todo lo que había fuera de las murallas de Carmona para facilitar la rendición de la villa, acontecimiento que tuvo lugar el 17 de septiembre de 1247. La capitulación de Carmona precipitó la rendición de otras villas y castillos, como Constantina. Lora del Río fue conquistada en la primavera de 1247. Los castellanos también tomaron Cantillana, Guillena y Gerena.
La flota del almirante Bonifaz fue hasta Sanlúcar de Barrameda, donde comenzaron las primeras luchas con los musulmanes. La flota remontó el río Guadalquivir, al tiempo que los soldados de Fernando III tomaban el castillo de Alcalá del Río. Fernando fue en busca del almirante y ambos se reunieron el 15 de agosto en el Vado de las Estacas, a dos kilómetros de Alcalá del Río. El 20 de agosto Fernando trasladó su campamento de Torreblanca a Tablada y el resto de maestres levantaron campamentos en otros lugares alrededor de la ciudad.
El famoso puente de barcas se situaba más al norte de la Torre del Oro y por él se enviaban los suministros a la ciudad. En la crónica “Estoria de España” de Alfonso X se explica que las barcas del puente estaban unidas entre sí con cadenas de hierro.
Fernando mandó llamar a Bonifaz y a otros hombres de mar para que buscasen la forma de romper el puente. Ellos tomaron dos naves, las mayores y más fuertes que había, y las dispusieron con todo lo necesario para el combate. Dicen que Fernando mandó poner en la proa unas grandes sierras que ayudaran a “cortar” las cadenas.
El 3 de mayo partieron los buques para la operación. Al principio el viento no era muy intenso pero luego se hizo más fuerte. Se aproximaron soportando el ataque con flechas de los moros. Con la ruptura del puente de barcas se logró aislar Sevilla del Aljarafe.
Perdida toda esperanza de recibir ayuda los musulmanes empezaron a plantearse la capitulación. Por ello, en octubre, plantearon una capitulación a Fernando III, que no aceptó y dijo que no aceptaría otra cosa salvo la rendición incondicional de la ciudad.
Finalmente los musulmanes tuvieron que aceptar las condiciones de Fernando. Una de las más conocidas es que Sevilla había de ser entregada con todos sus edificios intactos. Famosa es la frase de Alfonso X, en aquellos momentos aún príncipe, en referencia a la Giralda: “Por un solo ladrillo que falte de ella, haré cortar las cabezas de todos los moros de Sevilla”.
Finalmente la ciudad se rindió el 23 de noviembre. Ese día se produjo la entrega del Alcázar y el estandarte real ondeó sobre la gran mezquita aljama, construida por los almohades. Entre las condiciones de la capitulación estaba dejar un mes para la evacuación de la urbe. El 22 de diciembre Axataf, caudillo de la ciudad, entregó a Fernando las llaves de la ciudad.
La ciudad quedó vacía y fue llenada con emigraciones cristianas y las tierras fueron repartidas entre diversas órdenes militares. El 23 de diciembre se produjo la entrada de Fernando III en Sevilla. El rey y la comitiva se dirigieron a la mezquita aljama, que fue consagrada al culto cristiano por el obispo Gutierre Ruiz de Olea.
Tras la Reconquista de Sevilla fue nombrado obispo el hijo de Fernando III, Felipe de Castilla, que abandonó pronto el cargo y contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega. Le sustituyó en ese puesto el conocido obispo Don Remondo.
Dicen que la Historia la escriben los vencedores pero cabe plantearse cómo fue esa conquista desde el punto de vista de los conquistados?
Lo primero que debemos plantearnos es cómo era la Sevilla andalusí. Sabemos que por aquella época Sevilla era una de las urbes más importantes y cosmopolitas, se estima que podrían llegar a vivir en ella unos 500.000 habitantes, y que era una especie de último reducto o baluarte de la gloria musulmana en la península tras la caída de los reinos taifas más importantes como Córdoba y Toledo.
Sevilla era una ciudad grande y populosa y por lo tanto muy bien protegida y comunicada, lo que la convertía en un punto neurálgico y clave para los castellanos, de ahí quizá la importancia de tomarla intacta.
Entre 1245 y 1246 Ibn al-Yadd expulsó al gobernador hafsí, Abú Fares de la ciudad por diversos desmanes que él y sus hombre habían cometido, aprovechando la autoridad que el emir de Túnez Abu Zakariyya Yahya les había otorgado, y al cual le debía vasallaje Sevilla.
Tras esta expulsión Ibn al-Yadd quedaba como principal hombre de la ciudad y sus dominios, poder que usó para firmar una tregua con Fernando III que ya había conquistado los reinos de Córdoba y Jaén y había acordado el vasallaje de Granada.
Este acuerdo no sentó muy bien entre las familias poderosas de la ciudad y acabaron asesinándolo, tras lo cual el consejo de notables de Sevilla nombró al joven Axataf, como jefe del ejército de la ciudad y del poder civil.
Axataf pertenecía a una de las pocas grandes familias sevillanas que permanecían en la ciudad y no se habían exiliado en el norte de África desde Ceuta a Fez y desde Fez a Túnez. Era un guerrero más que un político y planteó la defensa de la ciudad, mientras le fue posible.
Se enfrentó a las tropas cristianas en la localidad de Alcalá hasta que tuvo que replegarse hacia Sevilla y ahí fue cuando comenzó el asedio de la ciudad. Cayó Carmona, el Aljarafe y, como ya hemos comentado, hasta el puente de barcas, dejando a la ciudad completamente aislada.
Tras una año y medio de penurias, hambre, enfermedades y miedo, la ciudad de Sevilla y sus habitantes no pudieron seguir resistiendo. Consciente de ello, Axataf accede a negociar la rendición con el Rey Fernando. El cual les ofreció respetar sus vidas y todos los bienes que pudieran transportar a cambio de que en el plazo de no más de un mes abandonaran la ciudad dejándola intacta .
Y así ocurrió, Abul Hasan Al Xataf Ben Abu Alí (que era su nombre completo), no tuvo más remedio que rendir sus armas ante Fernando III y entregarle las llaves de la ciudad en la llamada Puerta del Carbón.
Y tras la entrega simbólica de las llaves, en torno a 300.000 sevillanos, humillados por la derrota, débiles por el terrible asedio y hundidos por la pérdida su cuna, abandonaron su hogar buscando asilo en las ciudades del norte de África, dejando tras de sí siglos de historia y una ciudad vacía.
Axataf pasó a la historia como el hombre que perdió Sevilla, y fue esa misma historia la que acabó tragándoselo, pues poco se sabe de él tras la rendición, se cree que acabó sus días en el norte de África. Donde siglos después Ibn Jaldún un historiador tunecino de 1406 descendiente directo de sevillanos escribiría de él que «fue el medio que empleó la Providencia para que los cristianos entrarán en Sevilla».
Ibn Sahl dice que: “Por causa de este odioso acontecimiento, no le queda al Islam más que un poco de tierra, ahora nuestra patria”, en clara referencia al Reino de Granada. Abu-l-Baqa se pregunta: “¿Qué patria puede seducir al hombre, después de Sevilla?”. Al-Maqqari se lamenta: “Cuando pienso en la vida alegre de Sevilla, lo demás de mi vida me parece doloroso”. Por último, Ibn al-Abbar dice: “Profanaron abiertamente el vedado de Sevilla, vedado que no había sido profanado”, en referencia a la inexpugnabilidad de la misma.
El poeta de Ronda, Abul Beka cuenta en sus Elegías que Axataf dijo:
¿Dónde está Sevilla con sus delicias, dónde su río de puras, abundantes y deleitosas aguas? Ciudad Magnífica. ¿Cómo se sostendrán las provincias si vosotras que erais su fundamento habéis caído?
Al modo que un amante llora la ausencia de su dulce amada, así lloró desconsolado. Tú que vives en la indolencia. Tú que paseas satisfecho y sin cuidado, feliz que tu país, que tu patria te ofrece encantos. Pero ¿puede haber ya Patria para el hombre después de haber perdido a Sevilla?
Como ya hemos dicho al principio nuestra historia no es muy profusa en datos sobre los protagonistas musulmanes de este momento, pero sí debemos destacar a uno que fue vital para la victoria cristiana. Se trata de Abu-l-Rabi ibn al-Guarygir al-Timnali, comandante de la flota de Tánger y a quien el emir Abu Zakariyya ordenó zarpar de Ceuta con treinta naves para defender el Guadalquivir.
Primero se enfrentaron en la desembocadura del río a la armada castellana que estaba formada por 13 naves vascas que aportó el almirante Bonifaz, 27 que aportó el pontevedrés Charino, y otras 17 más que llegaron de los puertos de Bayona, Noya y La Coruña. Por supuesto perdió y tuvo que replegarse al puerto de Sevilla, donde según cuentan las crónicas presentó una encarnizada defensa hasta que por la fuerza de la superioridad contraria fue derrotado y huyó.
Las cinco tumbas de Fernando III en la Catedral de Sevilla.
El Rey Santo fue enterrado por primera vez en la Catedral de Sevilla el 31 de mayo de 1252 , sin embargo, a lo largo de la Historia podemos encontrar su sepulcro en distintas ubicaciones.
En su testamento dispuso ser sepultado a los pies de la imagen de la Virgen de los Reyes, en una sepultura sencilla, sin ningún tipo de estatua. A pesar de ello, su hijo, Alfonso X el Sabio, ordenó la realización de unos mausoleos para sus padres con efigies sedentes realizadas con metales preciosos y adornadas con piedras preciosas. Además de redactar unas inscripciones en castellano, latín, hebreo y árabe en las que se loa la figura de su padre.
En 1401 comenzaron las obras de la nueva Catedral y en 1433 se derriban las antiguas capillas reales, por lo que han de trasladarse los cuerpos a un nuevo emplazamiento, concretamente al lugar que hoy en día ocupa la Biblioteca Colombina. Pero esta estancia no se consideraba a la altura de tan ilustres huéspedes, por lo que los capellanes reales solicitaron a Carlos I un nuevo traslado, esta vez a la “librería vieja”, lo que hoy es la Parroquia del Sagrario.
Una vez terminada la Capilla Real, en 1579, y tras una solemne procesión por las calles de la ciudad, el cuerpo de San Fernando fue depositado a los pies del presbiterio, en una tumba que parece haber sido redescubierta tras la última restauración de la capilla, justo debajo del rosetón que preside el suelo. Se trataría de una estructura rectangular y rodeada de una balaustrada.
El quinto y último enterramiento del monarca fue realizado el 14 de Mayo de 1729, con una gran procesión presidida por el rey Felipe V. Esta vez fue a la célebre urna de plata de Laureano Pina que conocemos hoy en día. Esta sepultura está colocada en la Capilla Real, ante las gradas del altar de la Virgen de los Reyes, sobre un basamento de mampostería donde se encuentran los famosos epitafios creados por el rey sabio. Se trata de una urna que permite ser abierta y así contemplar el cuerpo momificado de Fernando III hasta cuatro veces al año (los días 14 y 30 de Mayo, el 22 de Agosto y el 23 de Noviembre).
Referencias:
pastviewexperience.com/las-cinco-tumbas-de-san-fernando-en-la-catedral-de-sevilla/
Ex-Gerente de RRHH. Coach Personal y Ejecutivo. Amante de Sevilla, su Historia y su Patrimonio Cultural.
Responsable Radio y Redactor Web. Sección ‘’Historia’’.