Muchas son las tradiciones de Sevilla y algunas son pequeñas costumbres muy llamativas que tenían las mujeres sevillanas para que les saliera novio. Ya se sabe que donde había un san Antonio, las muchachas le bailaban una sevillana con esa intención.
Como era común ir a la iglesia a rezar a santos de todas las clases y a pedirles muchas cosas en oraciones, también se tenía la costumbre de ir a la Catedral a lo mismo. Hoy día, la Santa Catedral sevillana sigue siendo un lugar de culto, pero parece que la masificación turística nos haga verla solo como edificio monumental al que, como mucho, acuden las procesiones en Semana Santa y no como una iglesia repleta de santos y devociones.
Antes también acudían muchos sevillanos a diario a misa y a rezar y en ese rezo iba el pedir a los santos cosas tales como: que sanaran enfermedades, que tuvieran hijos las parejas que no podían, que les saliera trabajo o les fuera bien en algún viaje y como no, que a las mujeres les saliera novio. Juzgar esto desde el punto de vista de la sociedad de hoy es inoportuno porque lo lógico es ponernos en los zapatos de aquellas mujeres del pueblo que si no se casaban, quedarían para siempre en casa de sus padres y serían llamadas “solteronas”, que más que un estado civil era un insulto. La mayoría de ellas habían sido niñas a las que habían preparado para que en el futuro fueran perfectas esposas y trabajar en casa cuidando al marido y a los hijos. Hoy día, las jóvenes que nos estén leyendo dirán que les hubiesen pedido entonces a los santos todo lo contrario, quedarse sin novio, pero creednos que era algo muy difícil porque resultaban ser una carga económica si no formaban su propia familia y para ellas era un disgusto y un no servir para nada en estos casos.
Pues ya puestos en situación, en la Catedral de Sevilla, en el altar de Santa Bárbara, que es aquel que hace ángulo con el conocido de las Santas Justa y Rufina encontramos una pequeña imagen de San Antonio de Padua que tenía mucha devoción popular para esto que os venimos contando. Valor artístico parece no tener pero sí ese valor sentimental por ser la imagen a la que las jóvenes de la ciudad que aún estaban solteras y sin novio venían a bailarle la sevillana y a rezarle para que algún hombre las quisiera como esposas.
Pero además de esta imagen, venimos a hablarles de otra de muchísimo más interés artístico y es el niño Jesús que tiene su altar junto a la Capilla de San Leandro de la Catedral. Esta imagen, que es de Martínez Montañés con casi toda probabilidad, fue tallada en 1650 y se sitúa en un arcosolio gótico, de Maese Carlín del siglo XV que, años más tarde, tallarían y decorarían Matías de Figueroa y Diego de Castillejo. Toda una joya artística para alojar a la pequeña figura entrañable de un niño que mira ligeramente hacia arriba señalando probablemente a Dios al cielo con su manita derecha y portando en la izquierda una fina cruz de madera que apoya en el suelo junto a sus pies descalzos. Está vestido, como solían hacer con estas figuras barrocas del niño Jesús y tiene los labios cerrados, un poco como si apretara la boquita lo que le dio el apodo del “niño mudo” en Sevilla.
La antigua tradición de la ciudad era rezar una novena a ese niño para que se cumpliese alguna petición. La petición más común era que a la mujer le saliese novio pero luego también, seguramente por esa apariencia tierna del niño que instaba a imaginárselo entre los brazos, rezarían para quedarse embarazadas o para que el parto fuera bueno. De nuevo hay que ponerse en la piel de las mujeres de la época y apuntar aquí que muchas fallecían en el momento del parto.
La cuestión es que la novena a ese niño que apretaba los labios como si no quisiera hablar, consistía precisamente en ir en silencio al rezo y hacer una novena. Es decir: ir al altar del niño nueve días consecutivos a rezarle. Durante el camino, desde la casa propia de cada una, ya no se podía hablar y tampoco en el camino de vuelta. Si esto se interrumpía, habría que añadir un día más a la novena porque ese día ya no serviría.
Desde esta tradición se hizo conocido el Niño Jesús de la Catedral con el apodo cariñoso del “el mudito”. Es una figura entrañable de esas que nos gustan conservar en la ciudad para visitarla y contarnos unos a los otros su pequeña historia.
Algunas novenas a otros santos y en otras parroquias se siguen haciendo con total normalidad en Sevilla. La diferencia está en los ruegos que ya van siendo otros más actuales, como que mi hijo apruebe una oposición, o que le den la Erasmus a mi hija en la ciudad de Europa que ella quisiera y cosas así. Por supuesto los temas de salud muchos devotos los siguen poniendo en manos de los médicos pero también en las de nuestros cristos, vírgenes y santos porque a creyentes y “pidones” a los sevillanos no nos gana nadie.
Filóloga con master en Educación. Profesora Lengua y Literatura. Monitora Taller Misterios y Leyendas y de Conocer Sevilla del Ayuntamiento de Sevilla. Redactora Web.