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LA ESCLAVITUD EN SEVILLA

Se cifra en 6.327 el número de esclavos censados en Sevilla según el censo elaborado por funcionarios eclesiásticos allá por el año 1565. Esta cifra, muy por encima de otras ciudades del Reino de Castilla, representaba un 7% de la población y, muy posiblemente, no incluiría los islámicos, turcos y bereberes que no querían ser bautizados.

Hacia 1535, el cronista hispalense Luis de Peraza se hacía eco de la diversidad de los esclavos traídos a Sevilla, a sus prácticas culturales y a algunas zonas de la ciudad relacionadas con ellos:

“El barrio del Atambor a Santa Cruz, se llama porque allí iban a tañer los negros con su atambor los domingos. El barrio de Don Pedro, a la Puerta Bihoar, se dice por otro nombre de los Canarios, la causa es por que cuando se ganaron las Islas Canarias, y fueron traídos dellas muchos canarios a Sevilla, fuéles mandado que posasen alli”.

“Hay moros esclavos de todas las partes de África cristianos e infieles. Hay infinita multitud de negros y negras de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla, y son traídos por la vía de Portugal”.

Existían dos causas determinantes de la esclavitud: la guerra y el nacimiento. Por la primera se habían hecho muchos esclavos entre los musulmanes que vivían en la península y los obtenidos de los conflictos en el norte de África. También como esclavos quedaron bastantes moriscos, los denominados “esclavos blancos”. Después de la rebelión de las Alpujarras de 1569, la reducción a esclavos de poblaciones enteras no fue infrecuente, aunque muchos de ellos recobraron su libertad -previo pago de un rescate-, otros que no tenían medios económicos mantuvieron su estatus de esclavo. Se calcula que tras la captura de Málaga se remitieron a Sevilla 2.300 moros. Estos esclavos no fueron incluidos en las listas de deportados de 1610 porque lesionaba los intereses de los propietarios, dándose el caso de algunos moriscos se ofrecieron como esclavos para escapar de la expulsión.

Los esclavos negros, ya en el siglo XV, procedían de Portugal vía el Algarbe, y algunos de América en la segunda mitad del siglo XVI. Castilla nunca mantuvo guerra con poblaciones negras, pero con motivo de las exploraciones portuguesas por la costa occidental africana, y ante la demanda de esclavos para su utilización en América, Sevilla se convirtió en un mercado de compraventa y reexportación, donde era frecuente encontrar mercaderes de esclavos negros que realizaban sus operaciones en las Gradas de la Catedral. Los que trataban este tipo de mercancía eran fundamentalmente portugueses, pero también estaban implicados en este negocio genoveses, florentinos, ingleses, flamencos y sevillanos.

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El trabajo del esclavo en Sevilla no solía ser excesivamente duro. El poseer esclavos era buscado más como signo de prestigio y de distinción, que por el hecho de contar con una mano de obra barata. Por eso, la mayoría eran dedicados al servicio doméstico y a tareas propias de los criados, especialmente las mujeres. Algunos eran empleados de talleres, en particular los musulmanes eran muy apreciados por el conocimiento que tenían de la artesanía de la seda. Otros fueron porteros, amas de cría, fundidores, curtidores, esparteros, olleros, albañiles o criadas de monjas, como aquella que el famoso médico sevillano Monardes dio a su hija profesa en el convento de San Leandro. Las gentes los adquirían a título de inversión y los usaban como respaldo en los negocios. Era corriente verlos utilizar para obtener préstamos de dinero. Los dueños los entregaban a los prestamistas en prenda o los hipotecaban, sin responsabilizarse de cualquier anormalidad que se diera entonces.

A veces, sus amos sólo concertaban con ellos una cantidad diaria por su trabajo, dejándoles en libertad para ganar el dinero como pudieran y ahorrar el necesario para comprar su libertad por la llamada “carta de ahorría”. Precisamente la palabra ahorrar (liberar) viene de esa raíz.

No obstante, también podían encontrarse en la ciudad esclavos a los que se encomendaban las tareas más pesadas, e incluso degradantes. Los había que eran dedicados al transporte de cargas pesadas, en el puerto, al trabajo de aguadores o de simples recaderos. Algunas esclavas se dedicaban a la prostitución, aunque si ésto lo hacían sin el consentimiento de su dueño podían ser repudiadas y entregadas a la justicia.

El precio de un esclavo dependía del sexo, edad, estado físico y coyuntura ya que cuando se desataba las hambres y las pestes éstas repercutía en los precios. Con los años fue subiendo su valor y de 20 ducados se pasó a 80 y 100.

La relación del esclavo con su dueño solía ser aceptable y en no pocos casos de absoluta familiaridad. Cuando ésta se daba, lo normal era que el amo le concediese la libertad a su fallecimiento o, a veces, antes. La liberación del esclavo podía efectuarse por una clausula en el testamento o mediante la citada “carta de ahorría”, firmada por un escribano público. Muchos de ellos gozaron de tal confianza con sus propietarios que éstos no dudaron en tener relaciones ilícitas con las mujeres negras engendrando mulatos. Más que el morisco, el negro llegó hasta la intimidad de los señores o señoras -a veces como confidente- por su docilidad, alegría, donaire, gracia y fácil asimilación.

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El investigador Alfonso Franco Silva, en su trabajo, La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media, nos habla de los negros libres, la “gente sin historia” como les llama, por la escasez de información que trasmiten los documentos sobre ellos. Entre lo que se conoce dice que “los negros libertos solían establecerse en todos los barrios pero que el ochenta por ciento aproximadamente de los negros libertos que aparecen en los Libros Notariales vivían en la collación de San Juan de la Palma”. Que “el cuarenta por ciento de los libertos (los esclavos que quedaban libres en Sevilla), especialmente los varones, se independizaban de sus amos por completo, y que “la mayor parte de los libertos, sobre todo las hembras y los niños, continuaban en el hogar de sus antiguos propietarios, vinculados a ellos como criados libres o cumpliendo el servicio que se les había encomendado en la carta de ahorramiento. Y que “muchos ancianos terminaban sus días en hospitales de caridad”.

El liberto tenía que buscar trabajo rápidamente para satisfacer sus necesidades más primarias y en algunos casos para terminar de pagar el precio de su rescate. El cautivo libre se empleaba en trabajos diversos, pero no todos conseguían un empleo y se veían obligados a vivir de la caridad pública y del robo. Muchos libertos son acusados de ladrones por las autoridades. La incomprensión de una sociedad cerrada, celosa de sus privilegios, les impedían llevar una vida normal e integrarse plenamente en la ciudad. Muchos eran pobres de solemnidad y así aparecen registrados en los padrones de la ciudad.

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Ante tal situación no es extraño deducir que la posibilidad de marcharse a las Indias era una alternativa urgente ante tanta desesperación y un futuro incierto si optaban por mantenerse en Sevilla.

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En La introducción de esclavos en la India, de Lutgardo García Fuentes, hablando de los esclavos domésticos dice “…Entre 1590 y 1599 un total de 242 navíos en Sevilla cargaron 1860 esclavos con destino a el nuevo mundo, todos eran esclavos o libertos domésticos. Los colonos, funcionarios y comerciantes preferían tener a su servicio personal a individuos que hablasen su propia lengua conociesen su costumbre y en ocasiones hasta supiesen leer y escribir, circunstancia esta que apenas podía darse en los esclavos importados directamente de África” … Hemos encontrado comerciantes peruanos que se hacían acompañar de uno o dos criados encargados de funciones auxiliares en las operaciones mercantiles que hacían en Sevilla… también a prestar servicio en los hospitales dada la experiencia que se les reconocía a los esclavos en este tipo de trabajos…”.

Si alguno de nuestros lectores está interesado en profundizar sobre el tema recomendamos el artículo que, sobre “Los esclavos en la Sevilla del siglo XVI”, recoge  -con gran profusión de datos- Alfonso Pozo Ruiz, miembro del Comisariado del V Centenario, Universidad de Sevilla, en su web Alma Mater Hispalense.

 

FUENTES Y REFERENCIAS:

  • Alfonso Pozo Ruiz. Universidad de Sevilla. Alma mater hispalense: https://personal.us.es/alporu/histsevilla/esclavos_sevilla.htm
  • Alfonso Franco Silva. “La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media”. Diputación de Sevilla. 1979
  • Lutgardo García Fuentes. “La introducción de esclavos en Indias desde Sevilla en el siglo XVI”
  • Actas de las II Jornadas de Andalucía y América (Universidad de Santa María de la Rábida, marzo, 1982)

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