
Todos los historiadores dan por segura la afirmación de que fue Hércules el fundador de Sevilla. Sin embargo, ¿no es Hércules un dios de la mitología griega? ¿Qué hay de cierto sobre la existencia de este personaje?
Sevilla tiene su origen en la antigua Ispal; todas las investigaciones apuntan que la fundación de Sevilla se sitúa en un terreno elevado junto al río Guadalquivir en el siglo VIII a.C.
El poblado Tartessos, Ispal, desarrolla un comercio activo con navegantes griegos, fenicios y cartagineses, quienes arriban a la ciudad de Ispal a través del río Guadalquivir desde la desembocadura de Sanlúcar de Barrameda en busca de oro y otras materias primas.
La cultura tartesica descubre el bronce, perfecciona la navegación y elabora el primer estado político de Occidente. Precisamente, gracias a la explotación de minas de oro y plata y a su comercio con los fenicios, el pueblo Tartessos alcanza un grado de riqueza y desarrollo admirado por los historiadores griegos.
Una posible explicación a la desaparición de Tartessos reside pues en la decadencia de los fenicios en su dominio del Mediterráneo y el poderío de la alianza púnico-etrusca frente a los griegos foceos; ello catapulta la expansión de los púnicos, quienes invaden Tartessos y destruyen su capital; una maniobra más de dominar el comercio en el mediterráneo. No obstante, si se trata de un colapso derivado de los ataques cartagineses o si fue producto de la decadencia económica de su actividad comercial, es algo que por el momento no se puede resolver.
A raíz de la primera guerra púnica, allá por 241 a.C. los cartagineses pierden el control sobre sus principales posiciones en el Mediterráneo y Turdetania (la Andalucía de la época) después de sufrir por espacio de más de dos siglos y medio el yugo cartaginés, aprovecha para sublevarse. En 237 a.C. desembarca en Cádiz el propio Almicar Barca para sofocar la revuelta; vence a los insurgentes apoyados por fuerzas mercenarias celtíberas. No obstante, todavía en 216 a.C. se evidencian algunos levantamientos y sublevaciones de los pueblos turdetanos.
En 206-205 a.C. los romanos expulsan a los cartagineses, en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y tras la batalla de Ilipa, y proclaman a la ciudad, denominada por los Romanos: Hispalis, como la provincia de la Bética. Tras conquistar Cartagena (209 a.C.) y privando a Cartago de un puetro principal para mantener el esfuerzo de la guerra en Italia, Publio Escipión se adentra Guadalquivir abajo, sometiendo a los reductos cartagineses que, apoyados en muchas ocasiones en los propios indígenas, se oponían al avance romano. Caen las plazas de Cástulo, Baecula, Ilipa y Carmo ante el avance de Publico Escipión, quien funda, cerca de Sevilla, la primera colonia romana de España, Itálica.
Al igual que en el resto de la Bética, el cristianismo prendió en la ciudad de Híspalis a partir de principios del siglo I d.c.
Fue la época del reino Visigodo, que tuvo su auge desde el año 426 hasta el 711, cuando llegan los árabes a la ciudad, que gobernaron durante más de 5 siglos.
Es entonces cuando se produce la reconquista cristiana en 1248 por el rey Fernando III el Santo.
Jose Mª de Mena lo explica en su libro “Tradiciones y leyendas sevillanas”.
En torno al año 1000 a.c. se tiene constancia de la llegada de los primeros fenicios a la Península Ibérica. Venían bordeando la costa del Norte de África donde aprendieron la religión egipcia y hasta fundaron una colonia cerca de Túnez a la que llamaron Kar-tago (Ciudad Nueva).
Continuaron viaje hasta el Estrecho de Gibraltar que, como era costumbre no se atrevían a pasar en un principio.
Apareció un navegante llamado Melkart, más osado que el resto, y decidió atravesar los dos montículos que forma el Peñón de Gibraltar y el de Calpe (en la costa africana). Se encontró con la desembocadura del Guadalquivir y adentrándose por él hasta llegar a un islote formado entre dos brazos del río. Para más datos, recaló en la zona de lo que hoy conocemos como Plaza del Salvador y de la Alfalfa. Hay que decir que, entonces, el curso del río pasaba por ahí.
No sólo estableció la primera factoría comercial en lo que llamó Híspalis (“llanura junto a un río”) sino que, además, consiguió hacerse con el monopolio de las pieles y cueros del sur peninsular.
Es muy probable que fuese este personaje el que enseñara a los indígenas turdetanos a capturar y matar los infinitos toros bravos que ocupaban estas latitudes. Fue tal su influencia sobre los nativos que incluso llegaron a adoptar su religión, la egipcia.
Más tarde, sobre esta base real se formaría la leyenda. Cuando Melkart murió fue declarado héroe, santo y dios por egipcios y fenicios cambiando su nombre con el tiempo por el de Heracles y Hércules.
Hay que pensar que resulta lógico que otorgaran tal distinción, la de héroe me refiero, a alguien que se atrevió a adentrarse en el Atlántico más allá del Peñón de Gibraltar (Plus Vltra vs Non Plus Vltra).
Ya se encargaron los poetas y autores de tragedias griegos y romanos de inventar la leyenda de “Los doce trabajos de Hércules” entre los que figura el haber roto las montañas que unían el continente africano con la Península.
Sevilla, a través de sus historiadores, ha reconocido siempre a Hércules como su fundador. Por esto encontramos en diferentes ubicaciones de la ciudad monumentos a su memoria. Hablo de la Alameda de Hércules, con sus famosas columnas y el arquillo del Ayuntamiento de la Plaza Nueva (ese en el que ponen el Belén cada diciembre) en el que podemos ver a Hércules como fundador (figura de la izquierda) y, a su derecha, a César que fue quien la dotó de Murallas.
FUENTES: https://www.academia.edu/36320031/Tradiciones_y_leyendas_sevillan_Jose_Maria_de_Mena / https://www.visitarsevilla.info/periodo-romano.asp

Jesús Parada.
Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster en Estudios Históricos Avanzados en Historia Antigua y de Profesorado en Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Redactor Web.