Asociación Cultural Sevilla Misterios y Leyendas

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SEVILLA MISTERIOS Y LEYENDAS

DIVULGACIÓN DE LA CULTURA Y EL PATRIMONIO DE LA CIUDAD DE SEVILLA

La leyenda del Naranjo de la Giralda

Se dice que durante la Edad Media, cuando Sevilla estaba bajo dominio musulmán, un joven jardinero cristiano llamado Alfonso trabajaba cuidando los jardines del Alcázar. En uno de sus paseos por los alrededores, se enamoró de una joven mora llamada Zayda, hija de un noble musulmán. Ambos sabían que su amor era imposible por sus diferencias religiosas y sociales, pero siguieron viéndose en secreto.
Alfonso, para recordarla siempre, plantó un pequeño naranjo al pie de la Giralda, en lo que hoy es el Patio de los Naranjos de la Catedral. Cada día, al cuidar el árbol, pensaba en ella. La leyenda cuenta que el árbol floreció de forma milagrosa todo el año, incluso en invierno, como símbolo del amor eterno que no pudo ser.
Cuadro de Sevilla en Acuarela
Cuando Zayda fue obligada a casarse con otro hombre, Alfonso desapareció, y el naranjo, según la tradición, comenzó a secarse, pero nunca llegó a morir del todo. Aún hoy, se dice que uno de los naranjos del Patio de los Naranjos guarda el alma de ese amor imposible.
El Naranjo de la Giralda (Leyenda medieval y raíces de eternidad)
Bajo el sol de Sevilla, mientras el alminar
crecía hacia Alá, piedra sobre sudor,
un obrero cansado, entre polvo y plegaria,
enterró sin saber una semilla de luz.
Era el mes de los vientos que arrastran deseos,
y el almuecín, al llamar a la oración,
marcó el surco del tiempo: brotó un milagro verde,
un naranjo de sombra, de flor y de perdón.
Sus ramas eran versos del Corán dormido,
sus frutos, esferas de miel y penitencia;
los albañiles bebían sueños en su frescor,
mientras la torre ascendía, sedienta de eternidad.
Hoy, en el patio donde el agua canta al pasado,
los naranjos repiten la leyenda en silencio:
cada raíz es un hilo que teje Al-Ándalus,
cada azahar, un rezo que jamás se deshoja.
▷ Patio de los Naranjos de Sevilla | Buendía
Realidad histórica:
El Patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla, heredero de la mezquita almohade (siglo XII), alberga estos árboles no por milagro, sino por simbolismo. En la cultura islámica, el naranjo amargo representa la pureza y la vida eterna. Sus frutos, no dulces sino ácidos, evocaban la humildad ante lo divino. La Giralda, antiguo alminar, sigue guardando en sus raíces el eco de aquel oasis sagrado: un jardín donde lo terrenal y lo celestial se funden, sin prisa, bajo el sol de Andalucía.

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