Amenabar

Abu Bakr Ibn Ammar, también conocido como Ibn Ammar de Silves o Abenamar, (1031-1086) fue un poeta andalusí y visir de la Taifa de Sevilla.

Abenamar tenía la reputación de ser invencible jugando al ajedrez.

En Silves conoció al príncipe Al-Mutamid y comenzó una estrecha relación sentimental. Tras acceder Al-Mutamid al trono de la Taifa de Sevilla, Abenamar planeó la anexión de la Taifa de Murcia al Reino sevillano y convenció al rey poeta para que lo nombrara gobernador.


Cuenta la leyenda que para evitar el avance del rey Alfonso VI en Andalucía, Almotamid mandó una embajada dirigida por su consejero Abenamar. Al llegar a Sierra Morena encontró a Don Alfonso y lo invitó a su tienda para hablar. Durante la cena, averiguó que al rey le gustaba jugar al ajedrez. Decidieron apostar granos de trigo; dos granos por la primera casilla del tablero, cuatro por la segunda, 16 la tercera, etc. Cuando Abenamar ganó la partida, el rey Alfonso empezó a calcular y cayó en la cuenta que no había tanto trigo en todo Castilla. Abenamar ofreció un trato a cambio: que Alfonso se retirase de las tierras de Almotamid. Al rey Alfonso no le gustó el acuerdo pero lo aceptó y retiró sus tropas hasta la frontera. Gracias a su talento con el ajedrez y las matemáticas Abenamar salvó a Sevilla de una guerra.

Luego, se nombró a sí mismo rey y cortó relaciones con Al-Mutamid. Pero su poder duró poco al ser capturado en una emboscada y hecho prisionero en Sevilla, para ser condenado al destierro.

En 1082 Abenamar recala en la corte de la Taifa de Zaragoza de Al-Mu’tamin, donde permaneció durante un tiempo. Desde la corte de Zaragoza, envió a su amigo, el rey de Sevilla Al-Mutamid, una elegía por la que solicitaba el perdón. La casida evocaba el estilo de Ibn Zaydun, pero adoptaba un estilo más solemne y nostálgico, recordando los días felices de Silves.

Al-Mutamid se inclinó inicialmente por el perdón, pero más adelante se indignó tras leer una carta interceptada que Abenamar había enviado desde su celda, y lo mató con sus propias manos.

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Ibn Ammar destacó sobre todo en el cultivo de la gacela o gazal homoerótico. Su poesía supone una de las cimas del cultivo de la poesía amorosa en Al-Ándalus, en la que Abenamar es uno de sus representantes más destacados, pues se dedicó a la lírica culta amorosa árabe por pasión, y no por oficio como era común entre los poetas cortesanos andalusíes.

ROMANCE DE ABENÁMAR (Anónimo)

-¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
-Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría.
-Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!

-El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería

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Fuente: http://es.wikipedia.org

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