Exploremos a fondo para ver quien fue Lucio Poncio Pilato, (en latín: Pontius Pilatus), también conocido como Pilatos. Fue miembro del orden ecuestre, y el quinto prefecto de la provincia romana de Judea, entre los años 26 y 36 d.C., por lo que tuvo un papel relevante en los acontecimientos de la provincia en esos años, siendo el más célebre de ellos el suplicio y condena a muerte de Jesús de Nazaret, sucesos relatados por los Evangelios.
Se sabe que Poncio Pilatos era hijo de un general a quien Julio César encargó la pacificación de Asturias (la Astúrica romana). Pero lo que no esta tan claro es donde nació, todo apunta a que Pilatos era español, concretamente sevillano, de la ciudad de Hispalis, una de las cuatro ciudades de la Betica que gozaban del derecho romano de ciudadania.
Hijo de Marco Pontius, un centurión que lucho en la guerra de Agripa contra los Astures. Como distinción, recibió una jabalina, un pilum de honor, del que Pilatos habría heredado el nombre.
Se caso con Claudia Procula, nieta de Augusto (su abuela Julia se había casado en terceras nupcias con Tiberio).Tras esa boda Pilato se convertiria en nieto del emperador y recibiria el titulo de “amigo del emperador” y el cargo de procurador de Judea.
Los evangelios apocrifos , en concreto ” El evangelio de Nicodemo” coinciden con esta version de
la vida de Pilato, llegan a concretar que el padre de nuestro personaje; Marco Pontius, servia bajo las ordenes de Agripa. Era un astur de la tribu de los zoelas ( guerrero del dios Cossus) que lucharia con los romanos consiguiendo el ” pilum de honor”. Fue enviado a estudiar a Atenas, y despues quedo bajo la proteccion de Sejano para que hiciera carrera en Roma.
Su nombre está indisolublemente asociado a la muerte de Jesús y los cristianos en general – excepto algunos ortodoxos – le tienen muy poca simpatía. No fue más que un funcionario de cuarta categoría dentro del escalafón burocrático del Ministerio de Relaciones Exteriores romano y, si no fuese por los Evangelios, segurísimamente ni nos acordaríamos de él; del mismo modo y por la misma razón por la que ya nadie recuerda a Valerio Grato, su antecesor en el cargo.
A lo largo de dos mil años una gran cantidad de autores ha dicho de todo de él menos algo favorable.
Se describe a Pilato como “arbitrario y despiadado”.
Su familia perteneció al orden ecuestre. Eran originarios del centro de Italia, de la región de los samnitas y la mayoría de los habitantes de esta región siempre fueron muy buenos guerreros y soldados.
No es, pues, aventurado suponer que Poncio Pilato comenzó su carrera siendo un soldado romano; tanto más cuanto que el título de “prefecto” era en realidad un título militar y, en general, Roma exigía al menos cierta preparación castrense en aquellos que enviaba a gobernar alguna provincia.
En la administración romana la carrera de una persona dependía muy fuertemente de sus contactos, sus protectores y sus “padrinos”. Como en muchas burocracias, antes y después de la romana, para avanzar había que tener una saludable mezcla de talento, capacidad, ambición… y buenas recomendaciones. Al respecto, varios han insinuado que el “padrino” de Pilato no habría sino otro que Sejano. Es muy probable. Aunque, la verdad sea dicha, no disponemos de pruebas demasiado sólidas al respecto. En todo caso, hay algo de lo cual sí podemos estar seguros: Pilato jamás hubiera llegado a Judea en el 26 DC de no haber contado por lo menos con el beneplácito del poderoso comandante de la Guardia Pretoriana.
Otra cosa que debemos tener en claro es que Judea no era, en absoluto, un bocado apetecible para alguien que quisiera hacer carrera en el área de las Relaciones Exteriores. Entre las más de cuarenta provincias del Imperio, era apenas poco más que un mancha en el mapa. Estratégicamente importante quizás, por su posición de lugar casi obligado de paso entre Egipto y Siria, pero sin relevancia económica o industrial alguna. En consecuencia, ningún senador se hubiera roto el cuello por llegar a gobernarla y este es el motivo por el cual el cargo recayó en una persona del orden ecuestre; una clase social, inferior a la senatorial, de la cual no podía surgir un “legati”, ni un “procónsul”, aunque sí un “praefectus”.
En lo esencial, un gobernador romano tenía cuatro funciones importantes. En primer lugar, era el responsable por la recolección de impuestos. En segundo lugar, debía supervisar la administración y, en especial, la ejecución de los grandes proyectos arquitectónicos. En tercer lugar, era el juez que decidía en aquellos casos en que fuese de aplicación la ley de Roma. Y en cuarto lugar, era el comandante de las fuerzas militares de la región a su cargo.
Estas cuatro funciones constituían una misión bien definida y bien delimitada. Aunque, a veces, la misma se podía volver endiabladamente compleja.
En los tiempos de Cristo, los pretores y gobernadores romanos llevaban consigo una legión bien entrenada y armada, tanto para su protección personal como para hacer cumplir las leyes y decretos dimanados de la autoridad central. Como, tanto los pretores como los soldados eran gente bastante corrupta y amiga de latrocinios en las colonias romanas – Pilatos no era ninguna excepción – era bastante frecuente que los soldados asesinasen a sus superiores para quedarse con todo el botín. Para evitar estas cosas, los pretores solían rodearse de sus propios paisanos, a los que conocían muy bien y, de alguna manera podían asegurarse represalias en casos de irregularidades.
Oficialmente, las legiones o cohortes romanas no tenían nombre y eran identificadas sólo con un número, pero se les conocía popularmente por el nombre de la región, ciudad o provincia de donde procedían la mayoría de sus componentes, así que era fácil saber el origen de ellos por el nombre de la unidad militar donde servían. Aunque la cohorte que entonces prestaba servicio en Judea no estaba a las órdenes directas de Pilatos, sino a las del gobernador de Cesárea, Pilatos llegó a disponer en momentos de peligro de revuelta de hasta cuarenta y cinco centurias de esa legión.
Si conocemos el nombre de la legión que acompañaba a este subgobernador de desdichada memoria, podemos saber casi con certeza el origen de los soldados que hicieron el trabajo más sucio de toda la Biblia; es decir: el de torturar y crucificar a Jesús. Aunque también, todo hay que decirlo, hicieron exacto el cumplimiento de las profecías.
Si hemos podido situar en la Historia la cronología del mandato de Pilatos (26 – 36 d. J. C.) y, entre esas fechas identificar el nombre de esa cohorte, ya tenemos la respuesta. San Lucas, en sus Hechos de los Após
toles, nos da la solución al enigma en el capítulo 10.
“Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica”
Da escalofríos pensar que, hasta las conclusiones del Concilio Vaticano II, el sambenito que durante casi dos mil años llevaron los judíos nos correspondía, en realidad, ¿ a nosotros ?. Que Dios nos perdone.
Poncio Pilato fue destituido en el año 36 por su superior Vitelio, gobernador de Siria ante las quejas presentadas por los samaritanos (una rama separada del judaísmo) por la matanza de muchos de ellos ordenada por Pilato que quería descubrir los supuestos tesoros mosaicos.
En siglos posteriores surgieron todo tipo de leyendas sobre su persona. Unas le atribuían un final espantoso en el Tiber o en Vienne (Francia), ptras afirman que en el año 36 de nuestra era, Pilatos fue llamado desde Roma por el emperador romano Tiberio, y según el teólogo e historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea, se suicidó ahogándose en un lago.
Pero por otro lado algunas leyendas afirman que Pilatos, luego de la crucifixión de Jesús, abrazó el cristianismo y que murió mártir, (sobre todo las Actas de Pilato, que en la Edad Media formaban parte del Evangelio de Nicodemo) le presentan como converso al cristianismo junto con su mujer Prócula, a quien se venera como santa en la Iglesia Ortodoxa por su defensa de Jesús (Mt 27,19). Incluso el propio Pilato se cuenta entre los santos de la iglesia etiope y copta.
Pero por encima de estas tradiciones, que en su origen reflejan un intento de mitigar la culpa del gobernador romano en tiempos en que el cristianismo encontraba dificultades para abrirse paso en el imperio, la figura de Pilato que conocemos por los evangelios es la de un personaje indolente, que no quiere enfrentarse a la verdad y prefiere contentar a la muchedumbre.
Su presencia en el Credo, no obstante, es de gran importancia porque nos recuerda que la fe cristiana es una religión histórica y no un programa ético o una filosofía. La redención se obró en un lugar concreto del mundo, Palestina, en un tiempo concreto de la historia.
Fuente: http://www.celtiberia.net – http://www.todomitos.com – http://campusvirtual.unex.es – http://es.wikipedia.org – http://jutrerab.blogspot.com.es – http://sevillaymiscosas.blogspot.es
antoniocamel©2012
Antonio Bejarano.
Sevillano apasionado de la Historia y las Leyendas de su ciudad creó la Web ”Sevilla Misterios y Leyendas” en el año 2010.
En la actualidad es CEO de la misma y Director del programa de radio del mismo nombre que se emite en NEO FM desde 2021.