
En el programa de radio de Sevilla Misterios y Leyendas del 13 de octubre del año 2022, los contertulios, con la inestimable colaboración de la profesora e investigadora de estudios hispanoamericanos de Sevilla Consuelo Varela, debatieron sobre la importancia que tuvo en la capital hispalense el descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492. Y es que Sevilla Se convirtió en el centro económico del Imperio español al monopolizar el comercio transoceánico, teniendo una serie de consecuencias reflejadas en diferentes aspectos como veremos a continuación.
1. Crecimiento demográfico
La ciudad de Sevilla incrementó su población de 60.000 en 1500 a 121.000 en 1597. De estas cifras se desprende el enorme crecimiento de la ciudad en este siglo XVI, que duplicó su población, pasando a ser una de las ciudades más pobladas de Europa. No obstante, se observa un descenso en el primer tercio del siglo, provocado por las epidemias de peste y la emigración al Nuevo Mundo. En este sentido, hubo pestes en 1507 (en una sola semana murieron 1500 en la parroquia de la Magdalena), en 1510, 1520, 1523, 1557, etc.
2. Desarrollo de la industria
Las posibilidades de grandes beneficios ofrecidas por los nuevos mercados americanos, así como las dificultades y el coste elevado de los transportes terrestres en la península, determinaron la creación de numerosas industrias en Sevilla por parte de mercaderes y banqueros. Entre estas industrias destacan las textiles, en particular la seda; la cerámica, instalada sobre todo en Triana; el jabón, y, en un plano inferior, los astilleros (siempre a remolque de los vascos), la pólvora, los bizcochos, la industria de lujo y la tonelera, etc.
Sin embargo, neerlandeses, genoveses y florentinos se instalaron en Sevilla poco después de la conquista de América, lo que llegó a arruinar a muchas industrias locales y favoreció el drenaje de moneda hacia otros países. Además, con la guerra de Secesión de Portugal (1640-1668), se produjo la emigración de un gran número de portugueses y se dificultó el tráfico comercial con Lisboa, lo que provocó el declive de Sevilla.
3. Sevilla como puerto y puerta de Indias
La elección de Sevilla por los Reyes Católicos como puerto y puerta a las Indias en 1503 otorgó a la ciudad un estatus preferente respecto al resto de ciudades castellanas. Y es que, una vez puesto de manifiesto el potencial económico de los territorios descubiertos por el almirante, los monarcas españoles decidieron retirar las prerrogativas concedidas a Colón y sus descendientes y, en su lugar, explotar las nuevas tierras en su propio beneficio. Para servir a dicho propósito diseñaron un modelo comercial basado en la idea del monopolio. En concreto tres fueron los pilares fundamentales que definieron la política comercial de los Reyes Católicos en América: un solo puerto, una sola institución y un único órgano legislativo que entendiera los asuntos de las Indias.
El puerto designado fue Sevilla que, por su condición fluvial, parecía algo más resguardado de los ataques piratas. La institución creada para el control del comercio americano fue la Casa de la Contratación que, con sede en la capital andaluza, que tenía funciones náuticas, científicas, de control de mercancías y de registro de pasajeros. A los pasajeros se les concedía una licencia de embarque, en principio denegada a extranjeros, herejes, musulmanes y judíos. La mayoría procedían de Andalucía, Extremadura y las dos Castillas. Posteriormente, con la llegada de los Borbones al trono español y la decadencia hispalense, la Casa de la Contratación sería trasladada a Cádiz en 1717.
En el aspecto legislativo fue creada en 1524 una nueva sección del Consejo de Castilla para que entendiera de los asuntos generales relacionados con los territorios americanos, el Consejo de Indias, con funciones de gobierno, judiciales, guerra, hacienda y de proposición al monarca de candidatos a ser elegidos como virreyes o presidentes de las audiencias americanas. El funcionamiento se basaba, al igual que el resto de consejos (sistema polisidonial) en el sistema de consultas, por el cual los consejeros hacían al monarca un resumen de los asuntos más importantes relacionados con su consejo y este realizaba las observaciones pertinentes al margen.
La idea final que subyace a este diseño institucional es la de control del flujo de mercancías, no con la finalidad de ejercer el comercio en exclusividad por la Corona, sino, para evitar el fraude fiscal. En teoría, cualquier súbdito de la corona castellana podía ejercer libremente el comercio con América, la única condición era la de satisfacer el pago de los impuestos exigidos por la monarquía. En la práctica, casi todos los individuos que pasaron por Sevilla en mayor o en menor medida participaron de este comercio. Castellanos y extranjeros, artesanos, mercaderes, agricultores, gente de mar, soldados y hasta miembros de la curia eclesiástica se lucraron de los elevados beneficios del intercambio mercantil colonial.
Para organizar el comercio se impuso el sistema de convoyes. En principio debían salir de Sevilla dos flotas, una en primavera hacia Tierra Firme (Sudamérica) y otra en otoño hacia Nueva España. Tras partir de Sevilla completaban la carga en Cádiz, hacían escala en Canarias y posteriormente se dirigían a las Pequeñas Antillas, donde se separaban. La flota de Tierra Firme destinaba un navío a Venezuela y otro a Portobelo, en Cartagena de Indias, donde se celebraba una feria, y tras cargar los productos y la plata se dirigía a la Habana. La flota de Nueva España dirigía por su parte un barco a Honduras y llegaba a Veracruz, donde intercambiaba plata y mercancías, para luego reunirse con la flota de Tierra Firme y emprender el viaje de vuelta haciendo escala en las Azores. Posteriormente, con la incorporación de las Filipinas se accedió a los mercados orientales mediante el galeón de Manila.
Sevilla como único puerto se transformó entonces en el punto de interconexión de las rutas marítimas que unían Europa con África, Asia y América. Y es que la totalidad de las mercancías y los pasajeros con destino al Nuevo Mundo debían embarcarse en Sevilla. La ciudad entonces se llenó de productos y personas procedentes del mundo entero. Se convirtió Sevilla en una urbe cosmopolita donde genoveses, alemanes, franceses, florentinos, portugueses, ingleses o flamencos convivían juntos; donde circulaban productos como la batata, el chocolate, las especias, las plumas de aves exóticas, la seda, los lienzos de Flandes o las ferramentas vascas.
4. Sevilla como centro de interés
A Sevilla comenzaron a llegar por tanto gentes de todas partes, deseosas de participar en la aventura americana, bien consiguiendo un permiso para embarcar, bien logrando de las autoridades la concesión de algún negocio. Del dinamismo de Sevilla dan cuenta los siguientes datos: dos años después de constituirse la Casa de Contratación se crea su Universidad; en 1506 se culminan las obras de la Catedral y en 1526 Carlos I utiliza sus Reales Alcázares para casar con Isabel de Portugal. A Sevilla arribaron también otros personajes más que notables, como Cristóbal Colón, que lo hace en tres ocasiones (1492, 1493 y 1501) o Cervantes, quien pasa a residir allí a partir de 1587, siendo encarcelado por dos veces.
El siglo XVI es una época de expansión para la ciudad. Así, no es de extrañar que deje, además de los citados, un buen número de monumentos, como el Archivo de Protocolos (1559), el Hospital de las Cinco Llagas (1544-1601, actual sede del Parlamento de Andalucía), la iglesia de la Universidad (1565-1578), la Casa de Santa Teresa, el corral del Trompero, la Casa de los Pinelo, el Archivo General de Indias (1584-1598), el Ayuntamiento (1527-1564), la parte cristiana de la Giralda (1560-1568), la Cárcel Real (1569-1585), la Casa de la Moneda, la Aduana (1585), el palacio de la condesa de Lebrija, la Audiencia (1595-1597), el cuartel del Carmen o el palacio Arzobispal. También hay que destacar un buen número de edificios religiosos, entre los que se encuentran la capilla del Seminario de San Miguel (Puerta de Jerez); los conventos del Dulce Nombre, Espíritu Santo, Santa Rosalía, Santa María la Real, Los Remedios, San Buenaventura, Santa Isabel, Santa Clara, San Leandro, Santa María de los Reyes y Madre de Dios, y los monasterios de San Jerónimo y de Santa María del Socorro.
5. Referencias bibliográficas
– Antonio Domínguez Ortiz: “El Antiguo Régimen: los Reyes Católicos y los Austrias”.
– Ramón María Serrera: “La América de los Habsburgo”.
https://revistas.grancanaria.com/index.php/CHCA/issue/summaryJournal
https://personal.us.es/alporu/histsevilla/sevilla_puerto.htm
https://www.upo.es/lareformaensevilla/sevilla-en-el-siglo-xvi/

Jesús Parada.
Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster en Estudios Históricos Avanzados en Historia Antigua y de Profesorado en Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Redactor Web.