1. El Guadalquivir, río de Sevilla
En el día 27 de enero de 2022, el compañero Alfonso Ferrer hizo referencia en la emisión de radio de “Sevilla Misterior y Leyendas” a las riadas más recientes que sufrió Sevilla. Y son esas riadas acaecidas en la ciudad sevillana el tema que será tratado en el presente artículo.
Así mismo, conocer la evolución y la magnitud de los profundos cambios naturales que el Guadalquivir ha provocado en su entorno ayuda a comprender la lucha que Sevilla ha mantenido siempre con su río. Hace 6.000 años, el Guadalquivir desembocaba más al norte y el mar cubría el lugar donde se fundaría la ciudad, inmerso en las profundidades del Golfo Tartésico. Este entrante penetraba más de 120 km hacia el interior si consideramos la línea actual de costa.
La sedimentación en el Estrecho de Caura, entre las actuales Coria del Río y Dos Hermanas, fue conformando el delta de una nueva desembocadura, que terminó separando el norte del Golfo Tartésico del mar incorporándolo al régimen del Guadalquivir, conformando el llamado Lacus Ligustinus o Ligur, entre los terrenos más elevados del Aljarafe y los Alcores. Por el arrastre y sedimentos del río, este lago se iría después colmatando y fueron apareciendo islas, nuevos terrenos donde se construiría la Spal o Ispal tartésica en el siglo VIII a.C.
Posteriormente, Ispal fue latinizada como “Hispalis” con la llegada de romanos, situada ya en tierra firme en una pequeña península de las terrazas fluviales al pie de los Alcores, muy cerca por tanto del estrecho de Caura y el mar. El cierre progresivo del resto del Golfo por una barrera litoral de arena, su colmatación y transformación durante siglos en las marismas del Guadalquivir, terminaron por distanciar la ciudad del mar, con la actual desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda.
El interés de la ciudad por mantener la navegabilidad del río, ha permitido que Sevilla sea la única ciudad de interior del país con puerto, a pesar de los 124 km de navegación que llegaron a separarla del mar. Este interés está más que justificado. La Hispalis romana o la Isbiliya árabe, deben gran parte de su esplendor a su puerto marítimo; y, sobre todo, la Sevilla castellana del siglo XVI, centro del comercio con el nuevo mundo y una de las ciudades más importantes de la época. Pero estos beneficios que el río otorgó, se acompañó siempre de un gran problema, sus imparables crecidas torrenciales.
2. Las primeras riadas históricas acaecidas en Sevilla
Anteriores al siglo XV tenemos documentadas 5 riadas, pero la más sonada acaeció en 1168. Tenía Sevilla por entonces, y hasta mediados del siglo XIX, unas murallas con el doble objetivo de resguardarla de ejércitos enemigos y también de crecidas del río. Pero en esta ocasión, las aguas le socavaron grandes agujeros por los cuales enormes trombas de agua y lodo se precipitaron, sorprendiendo al pueblo confiado. El panorama desolador amalgamaba cadáveres y materiales en una visión alucinante.
En los siglos XV y XVI anotamos 13 riadas. En cuanto a la siguiente centuria, con 22, destaca la de 1626, el «año del diluvio», como Rodrigo Caro y Quevedo se cartearon, que afectó a todo el país. Sin embargo, la del 4 de abril de 1649 fue todavía peor, pues la hambruna posterior y el hacinamiento y las calles anegadas contribuyeron a la expansión por los arrabales de la peor epidemia de peste negra que Sevilla ha sufrido.
Para el siglo XVIII se contabilizan un total de 18 avenidas, con un ascenso progresivo de la magnitud de las mismas. La de 1783-84 fue la mayor conocida desde el siglo XV, nefasta por sus destrozos y pérdida de vidas, sobre todo en los arrabales. Se llevó gran parte de las casas de Triana, el puente de barcas y los navíos atracados, que desaparecieron o se los llevó la corriente río abajo. Obligó a reparar después la zona de La Barqueta y la muralla norte, además de a la construcción de la zapata de la calle Betis.
3. Las riadas sufridas por la Sevilla contemporánea
En el siglo XIX sigue aumentando la cadencia del número de crecidas, con un total de 43. La de 1876 fue la mayor avenida hasta esa fecha, alcanzando el agua una altura de + 8,7 metros; si bien antes de acabar el siglo fue superada por la de 1881, con + 9 metros, y la de 1892, que alcanzó los + 9,3 metros, siendo la mayor de las que se tienen datos. Curiosamente, las tres se produjeron tras el discutido derribo del recinto amurallado. La última riada decimonónica de importancia fue la de 1895, no por su virulencia, sino por lo recurrente del fenómeno. Hasta en seis ocasiones el Guadalquivir tomó Sevilla al asalto y desbarató la vida de sus ciudadanos. En las zonas no plenamente incorporadas a la ciudad (Triana, Humeros, Macarena, San Roque, La Calzada, San Bernardo, la Resolana, la Carretería, el Baratillo y la Cestería) al estar fuera de las murallas, no contaban con la protección de éstas frente a las crecidas del río y fue donde más se hicieron sentir los efectos de las aguas desbordadas como la destrucción de viviendas, rotura de pozos negros, daños en comercios e industria, etc; que a su vez derivaron en enfermedades infecciosascomo tuberculosis, reuma, paludismo o hepatitis.
En el siglo XX tuvieron lugar las obras más importantes de defensa de la ciudad, con los grandes cambios en el cauce próximo a Sevilla, que finalmente llevaron al control de las inundaciones. En la primera mitad de la centuria las crecidas todavía fueron frecuentes y algunas de gran magnitud, pero en la segunda mitad descendieron significativamente, produciéndose un total de 27.
Entre 1910 y 1919 y también entre 1924 y 1927, el Guadalquivir inundó la ciudad con cotas de aguas superiores a 6 metros sobre el cero geográfico, que se mide en Alicante. Por entonces el cauce del río que atravesaba Sevilla aún era el Guadalquivir, no el canal de Alfonso XIII que habría de inaugurarse más tarde. Las condiciones de vida en la ciudad cuando se producían inundaciones eran especialmente calamitosas en los arrabales y zonas más bajas como la Alameda de Hércules. Allí es donde se cebaban las aguas del Guadalquivir y aumentaban las enfermedades.
La gran avenida de 1926 hizo saltar las alarmas ante la proximidad de la Exposición Iberoamericana (1929). Resaltó el Plan de 1927 (Plan Brackenbury), como se le conoce por el segundo apellido del ingeniero redactor, don José Delgado Brackenbury, que tenía como principal objetivo la ampliación y mejora de las condiciones de los muelles hispalenses, además de incluir la tantas veces reclamada defensa de Triana. El eje de toda la obra era la apertura del nuevo cauce, que estaba formado, partiendo desde la Cartuja, por tres curvas de amplio radio, seguidas de otras tantas alineaciones rectas, las últimas de las cuales era una prolongación del tramo de las Pitas en el brazo de San Juan. Además, en 1926 se había inaugurado también la corta de Tablada, gran obra hidráulica con la cual se tenía la esperanza de controlar las inundaciones.
Habría que esperar hasta el año 1947 para encontrarnos con la siguiente gran riada sufrida por la ciudad, que expulsó a 7.000 personas de sus viviendas a causa del desborde del Guadalquivir. No solo en Sevilla se sintieron sus efectos, también en la provincia (Alcalá del Río, Brenes, La Algaba, Tomares, San Juan de Aznalfarache, Gélves, La Puebla, Coria…). La fuerza del agua, que se llevó vidas y casas, anegó zonas enormes de la ciudad, y la Pañoleta era un enorme lago. Lo mismo ocurrió en la Alameda, donde estuvieron achicando agua una semana.
Tras esta inundación, la autoridad municipal tomó la iniciativa creando una Comisión de Auxilio a Damnificados para atender las necesidades de la población, llegando a formar un presupuesto municipal extraordinario de diez millones de pesetas para financiar los gastos ocasionados. No obstante, el gobierno tomó conciencia del peligro que podía suponer para el régimen el descontento ciudadano por una mala gestión de las inundaciones, por lo que concedió subvenciones al Ayuntamiento para atender a los damnificados, aceleró la construcción de viviendas económicas y promovió la ejecución de obras de defensa.
Sin embargo, a comienzos de 1948 se produjo en Sevilla otra tremenda riada provocada por la rotura de los muros de defensa del Guadaira. El martes 27 de enero las aguas desbordadas cubrieron los barrios de la Trinidad, San Julián, la Ronda de Capuchinos, el Fontanal, la Corza, la Calzada, Campo de los Mártires, Santa Justa, la calle Oriente, San Benito, Puerta Osario, Puerta Carmona, Cerro del Aguila, Tiro de Línea, Puerta de Jerez, Puerta Real, Enramadilla, Cruz del Campo, El Porvenir, Ciudad Jardín, Prado de San Sebastián, Avenida de la Borbolla, Parque de María Luisa y Heliópolis.
Pero la mayor riada de la Sevilla reciente fue protagonizada por el Tamarguillo, afluente del río principal de la ciudad, el 25 de noviembre de 1961. Los resultados fueron más de 550 hectáreas anegadas, cuatro muertos, 125.000 sevillanos afectados, más de 30.000 sin hogar, 1.600 chabolas destruidas y 1.200 edificios con graves daños. Aún así la consecuencia más recordada es el accidente aéreo de un avión que participaba en las labores de ayuda de la población. A la catástrofe del agua se sumó los más de 20 muertos y heridos del siniestro del avión.
Sin embargo, algo positivo sí salió de las crecidas de las aguas: la solidaridad de los sevillanos. Primero de forma desorganizada y después bajo el paraguas de la “Operación Clavel”, los sevillanos que no se habían visto afectados por el agua se echaron a la calle a ayudar. El ejército, por su parte, estuvo más de 50 horas seguidas conteniendo las aguas que intentaban tomar la ciudad y levantando diques que frenaran la riada desde el Tamarguillo.
Finalmente, en 1982 se terminó de construir la corta de La Cartuja, que alejó todo el cauce vivo del casco urbano de Sevilla, con un trayecto recto sin meandros, ofreciendo un nivel de protección superior frente a las inundaciones.
4. Referencias bibliográficas
https://www.elsitio.eu/cosas-del-guadalquivir/avenidas-del-guadalquivir/
Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster en Estudios Históricos Avanzados en Historia Antigua y de Profesorado en Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Redactor Web.