Wuadi al Kebir

El Guadalquivir, río emblemático de la Península Ibérica, tiene sus fuentes entre las sierras de Segura y del Pozo, donde en un pequeño valle se reúnen los deshielos de varios cursos, pero las nacientes del Guadalquivir se reconocen más abajo, en las sierras de Carzola. Desde allí, sus aguas correrán torrentosas por estrechos cauces con cascadas…

Luego, con menos furia, corre por la cuenca cavada entre la Sierra Morena —contrafuerte sur de la meseta— y el sistema bético —contrafuerte sur de la península— siguiendo la dirección del encaje montañoso de este a oeste. Pasa por la histórica Córdoba y en la curvatura hacia el sur, ¡Sevilla!, desde donde será navegable, para mediano calado —único en España— hasta su dificultosa salida al mar por la barra de Sanlúcar de Barrameda.
Desembocará entre marismas en el Atlántico por la gran apertura costera del golfo de Cádiz. En todo su recorrido, de 657 Kms., sus márgenes fueron pródigas de riquezas para el hombre con sus metales y bosques en el alto curso; cereales y frutales en las fértiles tierras medias y ganaderas en el bajo.

Gran parte de la Historia de España se desarrolló en casi todo su curso, específicamente la del sur ibérico, el país de los íberos, la hoy Andalucía y de todos los pueblos que hicieron la historia de la región. Historia que penetra hasta la misteriosa y legendaria Tartessos o bíblica Tarsis, nombre indistinto de aquella civilización, la ciudad, —aún no ubicada— y el río. La vía fluvial los ponía en comunicación para el intercambio comercial con fenicios, cartagineses y griegos en las factorías y colonias que éstos asentaban en las costas del Atlántico y el Mediterráneo. Apocada la mención de Tartessos continuarán el intercambio cultural con los turdetanos, pobladores de la región con más certeza histórica. Fueron los que recibieron la dominación romana.

La nueva etapa histórica desarrollada por los romanos en la región del río está, como las anteriores, vinculada con la lucha por el dominio del comercio en el Mediterráneo.Los cartagineses, cuyo origen era una colonia fenicia en la costa del norte de África, desplazaron a su metrópolis y más tarde a los griegos. Pero así como Cartago ascendía como potencia en el occidente de este mar, también afloraba su aliada continental europea: Roma.
Ésta, después de las llamadas guerras púnicas, en la que el sur ibérico fue base de operaciones cartaginesas, derrota a Cartago y convirte al Mediterráneo en el Mare Nostrum. Luego de conquistado el sur de la península, el territorio de los nativos sucesores de los tartessos, los turdetanos, será la provincia Bética, la de nuestro río, que pasará a llamarse Betis, derivado del fenicio Betsí sobre el que construyeron un puente que aún hoy se conserva a la altura de Córdoba.

Dividido el Imperio Romano en Oriental —Bizancio— y Occidental —Roma—, éste último se agrietó y los bárbaros fueron invadiendo sus dominios. A la península ingresan suevos, alanos y vándalos, estos últimos, antes de pasar a Cartago y matar a quien luego sería San Agustín, se instalan en la Bética, poco tiempo, pero suficiente para darle nuevo nombre a la región que parte de la historiografía adapta como Vandalucía, de Vandalicia toponímico que es cuestionado por algunos historiados. Después ingresaron los visigodos como federados de los romanos, para enfrentar a los invasores. Pero cuando desapareció el poder imperial y ellos fueron desalojados de su original asentamiento en la Galia, se instalaron en la península como reino con capital en Toledo, pero sin dominarla plenamente. Era una minoría de no más del diez por ciento de la población peninsular que conformaban la nobleza y ejército, en permanente actividad contra los nativos y entre ellos en sus luchas por el poder, que era el factor de la inercia y decadencia económica, incluso en la rica Bética.

A pesar del acierto hacia la unidad religiosa por la conversión al catolicismo, producida por el rey Recaredo, todo siguió siendo hispanoromano, principalmente en la Bética. Abandonaron su lengua por el latín, la herejía arriana por el catolicismo pero nunca dejaron de luchar entre las familias nobles por el poder real. En uno de estos enfrentamientos uno de los bandos llamó como mercenarios a moros bereberes o berberiscos del África. Éstos, captaron la real situación y llamaron a los jefes árabes. En meses, la nobleza capitulaba para mantener sus tierras y el reino se extinguió, ante dos pequeños ejércitos de bereberes y árabes.
El primer jefe bereber que dio el salto a la península lo hizo por al peñón Calpe, que a partir de allí se llamó de Gibraltar, (monte de Gibal) derivado de Gibal Tarif, nombre de aquel jefe moro, que también dio nombre a la actual ciudad de Tarifa, que en ese momento era una antigua y pequeña población de origen romano.

El río Tartessos, Betsí, Betis, ahora pasará a ser el río grande que en árabe es Wuadi al Kebir, y la región Al Andaluz. Los nuevos nombres responden a los nuevo tiempos y dominadores. El de la región puede ser posible adaptación de Vandalucía, pero como se ha señalado, este origen es discutido, hay quienes lo consideran originario del árabe Andaluz, tierra de occidente. Pero los nuevos nombres no son más que la representación de algo más importante, una nueva cultura, nueva religión islámica —y muy importante— sin extinción y libertad del culto católico y judío. La nueva civilización andalusí, brillará en el triángulo Córdoba, Sevilla y Granada. La nueva era incluye una fuerte revitalización del comercio y la industria y por lo tanto el Wuadi al Kebir retoma su jerarquía, no sólo económica sino de poder político y esplendor cultural. Brinda en sus márgenes la sede del Califato en Córdoba con su mezquita.

En Sevilla, se impone La Giralda, el alminar de la mezquita, y la Torre de Oro. Granada, con su Alhambra, está en la falda de la Sierra Nevada no muy lejos, pero alta y de allí el río Geníl baja intempestuoso y la une al Wuadi al Kebir. Por su esplendor, Granada no podía quedar sin contacto con el río de Córdoba y Sevilla.
Pero algunos nobles visigodos no capitularon, huyeron y se refugiaron en las montañas cantábricas. Pasado el impacto bajaron desde Asturias acaudillados por Pelayo a enfrentar a los invasores. Pronto, olvidados de su origen y reino, unidos por la fe católica y sentimiento de hispanos, sus descendientes, luego de 600 a
ños de avances y retrocesos, el proceso histórico de la Reconquista, cercaron al árabe, moro o sarraceno en Granada y lo expulsaron.. Mientras abajo, el Wuadi al Kebir del Al Andaluz ya era el Guadalquivir de Andalucía.
En su salida al mar entre marismas y advirtiendo con su famosa barra de Sanlúcar que el río se acaba, sus aguas fueron testigo y cómplices de las carabelas que salían con las esperanzas de los navegantes al nuevo mundo y de las que llegaban cargadas con el oro y la plata de América a la Casa de Contratación de Sevilla hasta que ésta fue trasladada a Cádiz. Muchos de estos barcos habían sido construidos con las maderas de los bosques del curso alto del río. En su valle, “las enseñas, las armas, los corceles y atavíos de razas imperiosas” como le cantan los hermanos poetas, tuvieron su imagen en el ejército invasor napoleónico que quedó atrapado en ese histórico y hermoso valle. ¡Y lo derrotaron en Bailén! La gran batalla de la llamada guerra de la independencia española en la que tomó parte nuestro futuro general José de San Martín. Y, desde las sierras, aclamaban el triunfo los famosos guerrilleros españoles, puntas de lanzas en esa guerra. Luego, muchos de ellos serán gitanillos que harían escuchar su flamenco. También el valle y su río sufrieron la tristeza y el dolor de la guerra civil. El nombre del río llegará a América y será el de algunos de los que iban encontrando los conquistadores y colonizadores, en nuestras tierras, así llamaron al Chubut.

BREVE HISTORIA DEL RIO

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Río famoso desde la más remota antigüedad, el Guadalquivir -bajo cualquiera de sus sucesivos y bellos nombres – ha conocido una larga historia.
Los ríos comienzan a conocerse por sus desembocaduras, a través de las noticias de los navegantes que hasta ellos se arriesgan. Fenicios y griegos fueron quienes, con escritura, técnica naval y espíritu comercial, supieron buscar materias primas (plata y estaño) en nuestro suelo, atraídos por la riqueza de un valle fluvial cuyo centro estratégico era conocido con el nombre de Tartessos, en la desembocadura del Guadalquivir, muy diferente entonces a la actualidad.
En la antigüedad (hace 3.000 años), el Guadalquivir desembocaba en el golfo atlántico, algo más abajo de Sevilla, a la altura de lo que es ahora Coria del Río. El golfo era más bien un lago, “Lago Ligustinus”, comunicado con el mar entre varias islas. Una de ellas era Tartessos.
Estas islas se unieron entre sí, quedando una sola desembocadura de 1 km. de anchura.

El Guadalquivir no ha sido jamás una barrera defensiva contra las invasiones, sino línea de comunicación. Esta es la causa de que su cuenca fertilísima haya sido la gran receptora histórica de las civilizaciones que en nuesto país se ha sucedido, forjando así nuestro carácter.

Los romanos llegaron a España el año 207 antes de Cristo con el propósito de combatir a otro pueblo: Cartago, pero el recorrido a orillas del Betis (como ellos llamaron al río), les hizo pensar en la conquista de España. Por la derecha del río encontraron tierras con riqueza metalíferas, y por la izquierda los campos eran muy ricos en vinos y aceite sobre todo. El Betis era por tanto, un auténtico camino de riqueza para la España romana y la Bética.
La presencia árabe cayó de lleno sobre el gran río andaluz. Ellos lo llamaron al principio “Río de Córdoba”, pero este nombre dejó paso a otro más sencillo y lógico. “El Río Grande”. Así pues, Río Grande es en árabe: “Wad al-Kabir”. Traducido es Guadalquivir, nombre que permanecería para siempre.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa, los árabes empiezan a replegarse en el río, y Fernando III a tomar Andalucía. En 1.248 y tras dominar el Guadalquivir, conquistaron Sevilla. Los reyes de Castilla se enamoran de Andalucía, y es en nuestras ciudades donde quieren vivir y morir.
España descubrió y conquistó América formando el Imperio más poderoso de la época. Y es en Sevilla, en su puerto, donde tiene lugar el comercio con América y el desembarco en el Guadalquivir de todas las riquezas que traían, convirtiéndose en la ciudad más importante de España y del mundo.

Es el propio Napoleón quien aconseja la ocupación de Andalucía diciendo: “Esta operación terminará la cuestión de España. Os reservo esta gloria”. En Bailén en 1.808, es todo el valle del Guadalquivir quien tritura a los franceses. Y es en 1868, en el puente de Alcolea, sobre el Guadalquivir, donde se libró la batalla que salvó a Andalucía de los franceses.
La – El siglo XIX fue de cambios y progresos, entre otros la máquina de vapor. Al aplicarse a los barcos, podían hacer la travesía entre Triana y Bonanza, por el Guadalquivir, en la mitad de tiempo. También en la cuenca media, tomaron gran impulso las industrias harineras y el refinado del aceite.
En el siglo XX se fundó la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, para un mejor provecho del río, tuvo lugar en Sevilla la Exposición Iberoaméricana en 1.929, y el vuelo del hidroavión “Plus Ultra” que constituyó una de las mayores proezas de la aviación.

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NOTICIAS

El río Guadalquivir es, en buena medida, base de nuestra historia, pero además parece que guarda una parte nada desdeñable de ella. La Consejería de Cultura aprobó el pasado 20 de abril la declaración de su zona navegable, desde Sevilla hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, como Zona de Servidumbre Arqueológica, una figura de protección de espacios en los que se presume de la existencia de restos arqueológicos y en los que, por ello, se adoptan medidas de precaución para que las actuaciones que se lleven a cabo en ellas no tengan consecuencias en dichos vestigios.

Ni el Guadalquivir, ni los otros 41 espacios subacuáticos protegidos por la Junta cuentan con estudios arqueológicos detallados que permitan valorar con exactitud los restos arqueológicos y su estado de conservación, pero sí hay datos que apuntan a que en el lecho de nuestro río puede haber importantes vestigios de la historia. Según explican desde el Servicio de Protección del Patrimonio Histórico dependiente de la Dirección General de Bienes Culturales, el uso del Guadalquivir como vía de comunicación y vía comercial desde época antigua está atestiguado tanto por las fuentes escritas como por los restos materiales localizados en sus aguas y orillas.

Así en época romana, cuando la gran riqueza de la Bética se basaba fundamentalmente en la producción y comercialización de aceite y trigo, el Guadalquivir se convirtió en una vía fundamental para su transporte y sus orillas en un espacio para el desarrollo de una im
portante actividad económica. Hubo asentamientos en su ribera de los que hoy en día pueden quedar restos bajo el agua, como también podría haber vestigios de las «figlinas», talleres donde se fabricaban las ánforas de cerámica en las que se transportaba aquella mercancía, pero también podrían encontrarse restos de puertos, de almacenes o de edificios para alojar a los viajeros que aquella actividad económica generaba.

La actividad en el río se mantuvo tras los romanos pero alcanzó una mayor importancia tras el descubrimiento de América. Sevilla se convirtió entonces en Puerto de Indias y hasta aquí llegaron numerosos barcos cargados de las riquezas del Nuevo Mundo, con oro, pero, sobre todo, mucha plata. Entre aquellos barcos hubo algunos que, sin embargo, no consiguieron llegar a su destino. Hay documentos que apuntan la existencia de hasta once pecios —barcos hundidos— entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, aunque por ahora sólo se han identificado dos: la nao san Bartolomé, un barco procedente de Puerto Rico y que naufragó a la altura de Coria del Río, allá por el año 1553, y la Nao San Antonio, que lo hizo a la altura de San Juan de Aznalfarache en 1571.

No se sabe si han quedado restos de su carga, porque, apunta Cultura, desde el momento en el que se produce el naufragio hay intentos de recuperar tan valiosa mercancía. En la actualidad se están haciendo estudios para determinar tanto su localización como la de los otros nueve pecios.
No hay confirmación oficial, pero se apunta a que entre esos otros pecios podría hallarse «La Piedad», un barco hundido en 1555; el «San Salvador», que naufragó a la altura de Coria allá por el año 1563; el «Santa Lucía» que, cargado con 120 toneladas de oro y plata, se fue al fondo del río allá por 1565 y el «Nuestra Señora de la Concepción», hundido en el año 1633.

De momento, Cultura no tiene previsto llevar a cabo ninguna intervención para el rescate de estos barcos. Está en pleno proceso de recuperación de datos y, cuando lo culmine, apuntan desde la Junta, tendrá que valorarse si procede o no algún tipo de intervención en la zona.
Subrayan a este respecto que en una intervención como ésta no sólo se trata de localizar restos —para lo que hay técnicas no agresivas que realizan prospecciones magnéticas o eléctricas— sino de actuar sobre los mismos y esto podría ser contraproducente. Y es que el material sumergido es tan sensible que con sólo retirar la arena que lo cubre puede sufrir alteraciones, por lo que todo lo que se haga tiene que estar muy controlado para evitar daños.

De hecho, señala la Junta, la mejor manera de conservar el patrimonio arqueológico soterrado es no tocar si la actuación no va acompañada de una conservación preventiva y un trabajo a posteriori para su mantenimiento y consolidación, algo que además es muy costoso, porque se necesita un equipo cualificado y unos medios técnicos muy especiales.
Así las cosas, la Consejería de Cultura se centra ahora en el trabajo de campo en la zona del litoral, porque se trata, aseguran, del ámbito más problemático, al estar sometido a expoliaciones —recuerden, el caso Odissey—, por lo que el río tendrá que esperar.

LA CULTURA

Serían incontables todas las menciones artísticas al río, tanto en música, canto, pintura y aún más, todo lo escrito en prosa y versos. Tomaremos poesías y estrofas de versos relacionados con lo desarrollado anteriormente tomadas de poetas destacados pertenecientes a las brillantes generaciones literarias del 98 y el 27, esta última influenciada por Góngora, de quién también citaremos versos.

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El río es llamado rey con frecuencia por Góngora. Por ejemplo, en su soneto
“A Córdoba” del grupo heroicos, así lo llama:
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas,
de honor de majestad, de gallardía.
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas.

En una de sus “Canciones”, grupo de las amorosas, lo llama Betis y al nombrarlo hace una aclaración entre paréntesis: (el Betis río, y rey tan absoluto, / que da leyes al mar, y no tributo) También en “Romances” en una poesía del grupo amoroso, repite la idea real sobre el río:

Tú, rey de los otros ríos,
que de las sierras sublimes
de Segura al Océano
el fértil terreno mides,
pues en tu dichoso seno
tantas lágrimas recibes
de mis ojos, que en el mar
entran dos Guadalquivires.

La generación literaria española del 27, por lo menos en sus primeros y más sobresalientes componentes —de los muchos que los críticos literarios le asignan— está vinculada al gongorismo y surge al cumplirse el tercer centenario de la muerte del insigne maestro. Entre aquellos destacados escritores de la mencionada generación, podemos citar a José Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Dámaso Alonso y a Federico García Lorca, de quien tomaremos unos versos sobre el Guadalquivir. En su libro “Poema del Cante Jondo” incluye “Baladilla de los tres ríos “ donde compara al Guadalquivir con dos ríos que bajan de Granada.

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
Bajan de la nieve al trigo.
¡Hay, amor
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques
¡Hay, amor
que se fue por el aire!

¡Quien diría que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Hay, amor
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivos,
Andalucía, a tus mares.
¡Hay, amor
que se fue por el aire!

De los ríos comparados en estos versos, aparte del Guadalquivir, conocemos el Genil. El Dauro, Duero, nombre derivado del portugués, río do ouro, que delata el arrastre de arenas con oro, es otro de los principales ríos españoles. Este río es al que hace referencia indirecta Góngora al señalar que las arenas del Guadalquivir no son doradas en “¡Oh, gran río, gran rey de Andalucía, / de arenas nobles, ya que no doradas!”

Antonio Machado Ruiz nació en Sevilla en 1875 en el Palacio de las Dueñas. Algunas de sus poesías son cantadas por el catalán Juan Manuel Serrat. Su hermano Manuel también fue poeta y realizaron algunos trabajos juntos.
En “Canciones de tierras altas” (CLVIII) que forma parte de “Nuevas Canciones”, sus versos indican que se encontraba en un lugar de la ve
ga del Guadalquivir, con su orla de naranjales, olivares y plantíos frutales característicos del valle andaluz. Desde allí recuerda a la ciudad de Soria situada a orillas del río Duero en la que pasó varios años de docencia.:

Soria de montes azules
y de yermos de violeta
¡cuántas veces te he soñado
en esta florida vega
por donde se va
entre naranjos de oro,
Guadalquivir a la mar!

Del mismo libro, en “Proverbios y Cantares” (CLXI), dedicado a José Ortega y Gasset, en un poema (LXXXVII) hace referencia al nacimiento y final del río.
¡Oh! ¡Guadalquivir!
Te vi en Carzola nacer;
Hoy en Sanlúcar morir.

Álvarez Quintero, Serafín y Joaquín fueron dos hermanos sevillanos que han firmado sus comedias —y también poesías— conjuntamente. Sus obras recibieron críticas del alto nivel literario de la generación del 98 por demasiado naturalistas. Sin embargo, sus comedias costumbristas y pintorescas contaban con el reconocimiento de un amplio público por cuanto representaban la gracia de los andaluces. De la producción literaria poética, hemos tomado una hermosa página en versos, que titularon “Guadalquivir”- y prologan: “En su nacimiento, en Carzola” que es un canto a la geografía, la historia y salida del río al mar”.

¡Detente aquí, viajero! En estas peñas
nace el que hoy es y será rey del de los ríos,
entre pinos gigantes y bravíos,
que arrullan su nacer y ásperas peñas.

El reflejo otro tiempo las enseñas,
las armas, los corceles y atavíos
de razas imperiosas, cuyos bríos
postráronse en sus márgenes risueñas
ensancha entre olivos y trigales,
y al mar corre a rendirle sus cristales.

Mas como lleva sal de Andalucía,
sus aguas vuelve a las del mar iguales,
para llegar más lejos todavía.

Y así van sus caudales,
Triunfante en el seno de la olas,
A las playas de América Española.

Fuente: http://guadalquivir.zoomblog.com/http://celtibero-popeye.blogspot.comhttp://urbanismoyterritorio.redsa.info/

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2 comentarios

  1. Muy documentado, con un relato muy ameno. Me ha encantdo leerlo y ello gracias a mi amigo Ramón Stone, que me facilitó la direcció y me habló alabandome este blog.
    Desconocia lo de los pecios. Sería bueno ahora con la crisis, que Andalucia cogiera algunos milloncejos de nustros antiguos paisanos, que involuntariamente los dejaron en nuestro maravilloso rio.
    Y digo maravilloso, porque nunca llegué a imaginarme el gran rio que tenemos.
    Sería casi obligatorio el navegarlo hasta su desembocadura, coo curso didáctico a todos los sevillanos. Yo me quedé asombrado del rio que tenemos cuando lo navegué por primera vez, La anchura que tiene, no estoy documentado, pero yo diría que en algunos sitios rebasa el kilometro de orilla a orilla y cuando un afluente se incorpora a su cauce, lo torrencial que se vuelve.
    Si señor. Tenemos un gran rio.
    Le felicito, es lo primero que le leo, pero seguro tendrá en mi un seguidor entusiasta, Saludos M. Conde

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